"A pesar de que la previa estuvo ceñida por la polémica y no
faltaron quienes los criticaran antes de este esperado regreso, Los
Olimareños se pararon como lo que son, una de las bandas más
icónicas - sino la más - de nuestra tierra y dieron un show emotivo
de más de dos horas.
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Foco Uy | Gastón Britos |
La cita estaba marcada a las 21 horas y, al acercarse al Antel
Arena, uno ya percibía que iba a ser un show multitudinario. Si bien
el lugar no estaba lleno de cabo a rabo, había pocos lugares libres
y aproximadamente 7000 personas se congregaron para escuchar al grupo
nacido a orillas del Olimar.
Mientras se esperaba el inicio del show, la presencia de José
Mujica y Lucía Topolansky, que fueron ovacionados por el público
presente que los llenó a aplausos, marcó también una pauta de lo
que depararía una noche, que además de la música, también estaría
acompañada por ribetes políticos, implícitos por momentos, y por
otros no tanto. Es que desde el lugar elegido para el regreso se fue
formando una carga simbólica que fue rematada por las canciones.
A las 21:15 se apagaron las luces, y luego de algunos minutos de
ansiedad canalizada en gritos y cuchicheos, finalmente salieron
quienes la gente había ido a buscar. Pepe Guerra y Braulio López,
hombres de mil escenarios, aparecieron, saludaron a su público, y
tras la ovación popular, fueron directamente a lo suyo.
Cuando empezó a sonar "Del templao" - en
el setlist aparece escrito como "Del templau"
- se entendió que todas las críticas previas al show ya no
importaban y que la música habla por sí sola, no necesita
intermediarios. Esos descarnados versos de Rubén Lena dieron la
respuesta: "El templao está cantando / porque hoy es
necesidad".
Le siguió "Nuestro camino", otro clásico de su
cancionero, tras la cual el Pepe Guerra se dirigió al auditorio, en
una de las pocas veces que lo harían. "Un gusto estar cantando
en este lugar tan especial", dijo, en lo que también se
entendió como un apoyo a un escenario tan criticado por ciertos
sectores políticos, y la ovación del público no se hizo esperar.
A esta canción le siguieron temas como "El dinero",
"Adios a Salto" y "Este es mi pueblo", todas
acompañados por un formación sencilla pero efectiva. Tres guitarras
- contando la de Pepe y Braulio -, un bajo, una percusión y un
tecladista, que en canciones como "La ariscona", que
también llegó a este momento del show, pasaba al acordeón.
Cabe destacar que, si bien habían jóvenes, muchos acompañando a
sus padres y abuelos, la mayor parte de los presentes eran personas
entradas en años, y, a esta altura del recital, no faltaban lágrimas
que empezaran a asomarse en algunos de sus rostros. Después serían
más.
Luego de "A orillas del Olimar", llegó el momento de
una procesión de clásicos que, llegaron uno tras otro, como una
andanada. "Qué pena" fue el primero, que fue muy bien
recibido por el público, tras lo que llegó "Cielo del 69",
que, coreado de principio a fin por la gente, fue uno de los momentos
más emotivos de la noche. Además, estuvo de invitado Numa Moraes -
creador de la música; el poema es de Mario Benedetti -, que acompañó
el grito de guerra colectivo que fue la canción.
Siguieron "Milonga del fusilado" y "Por dónde se
fueron", que fue dedicada a la reconocida militante por la
búsqueda de los desaparecidos recientemente fallecida Luisa Cuesta.
Y llegado este punto, más lágrimas empezaron a caer, y ambas
canciones fueron un momento para recordar - y llorar - lo sucedido en
la dictadura cívico - militar.
Siguieron otros clásicos como "Ta' llorando", "Los
orientales" - que fue entonada como si se tratase del himno - y
"Los dos gallos", hasta que llegó "Rumbo",
canción que eligieron para recordar a amigos e íconos del canto
popular y la música uruguaya caídos con el paso del tiempo. Fueron
enumerando, uno a uno, figuras como Alfredo Zitarrosa, Pablo
Estramín, El Sabalero, Eduardo Darnauchans, Tabaré Etcheverry,
Santiago Chalar, Aníbal Sampayo, Osiris Rodríguez Castillo, Canario
Luna, Humberto Piñeiro, Idea Vilariño, Amalia de la Vega y Manuel
Capella. A medida que iban nombrando, no faltaron ovaciones para las
diferentes figuras tan abigarradas a lo que es nuestra cultura.
A esta altura de la velada, las cartas ya estaban echadas y el dúo
olimareño si algo había hecho era cumplir - y sobrepasar incluso -
con las expectativas. A partir de este momento, más sueltos, músicos
y público, solo quedó espacio para el disfrute y para seguir
repasando historia viva como lo es el repertorio del grupo.
"Isla Patrulla", "De cojinillo", "A Simón
Bolivar" y "Angelitos negros" se fueron procediendo
como una catarata de emociones para un auditorio que estaba entregado
de lleno al canto popular y al sonido de los guitarras y el paso del
tiempo. Los abrazos, los besos y también las fotos se apoderaron
completamente del recinto.
Y en ese momento llegó una de las más esperadas - que, dicho sea
de paso, se había hecho esperar - "El Orejano". Ahora sí,
entregados en comunión a esos versos de Serafín García tan
criollos y tan representativos de la esencia oriental, el público
cantó la canción de principio a fin. Al momento de entonar "A
elogiar divisas ya desmerecidas / y hacernos promesas que nunca
cumplieron" la ovación fue general.
Luego de terminada esta canción, Pepe Guerra y Braulio ensayaron
la primera retirada del escenario, pero a los minutos, sin hacerse
desear mucho, volvieron para ya no irse hasta el final del concierto.
Siguió "A Don José", que también fue entonada como un
himno, y para terminar se fueron hacia la canción carnavalera.
Fueron "Adios mi barrio" y "Al Paco Bilbao" y
finalmente llegó "A mi gente", la última.
Los bombos y redoblantes auguraron un final que, lejos de lo que
pensaban muchas personas antes del recital, no fue ni decadente ni
triste, fue para arriba, cantando y bailando. Como debe ser. "
Por Manuel Serra | @serra_sur
Montevideo Portal
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